El
domingo 21 de junio entró el solsticio de verano, se celebró el día del padre, inició
el signo cáncer y la selección de Venezuela –nuestra Vinotinto- fue eliminada
de la Copa América, después de mostrar vestigios de fútbol que no llegaron a
concretarse en más de una semana de juegos. Y esto nos deja una lectura de
nuevo de cómo se trabaja en proyectos y planes dentro de nuestro país.
En
nuestro imaginario siempre esperamos el momento más álgido para iniciar el
trabajo de preparación y lo intentamos por todos los medios, como en una suerte de quien necesita salirse con la
suya de manera imprevista. Es un mal que nos agobia a los venezolanos, siempre
comenzamos a organizar sin un esquema previo, todo es desde la improvisación,
no hay bases que soporten los embates de lo que se avecina, y si bien, lo
desean vean cómo el país se nos cae por completo y todos nos vamos a buscar
otras alternativas y las voces se mantienen calladas.
La
Federación Venezolana de Fútbol es una extensión más de nuestro sentir y
actuar, es una “organización” que va a buscar siempre presupuestos y se estima
que es una de las más pujantes en toda América, pero en los resultados estamos
aún en medio del caos. Tenemos un torneo de futbol profesional que está
desajustado, con una calidad por debajo de cualquier país, nuestros deportistas
tratan por todos los medios de salir a flote en medio de la nada, porque no hay
estructuras de clubes, simplemente son equipos que se reúnen y no hay la
posibilidad de ver que los técnicos y gerentes deportivos puedan alcanzar un
mínimo de preparación, mientras los recursos se dirigen a otros fines. Tenemos
un caso concreto del presidente de la federación que aún está detenido por
soborno y peculado en la FIFA. Todo esto aunado a las campañas que se realizan
en la categorías menores que los talentos son desechados por rencillas
económicas entre nuestros dirigentes, nos vanagloriamos de mostrar a uno que otro
jugador se va a la segunda división de un país europeo y que aun allí no son
titulares, “pero está en el exterior”.
Vivimos
de ilusiones y de mentiras que se van sumando una a una y van haciendo este
espejismo aún más grande. No es posible que tengamos que soportar que nuestro
deporte se vaya en picada por las manos inescrupulosas de dirigentes corruptos,
que se basan en la competencia por “competir”, de participar por cumplir o de
siempre demostrarnos que hay un proceso y una nueva oportunidad dentro de “tantos
meses”.
Es
este el fútbol que nos merecemos, sin proyectos, sin procesos, sin esperanzas,
que después de tener una liga de más de sesenta años, aun no soñemos con
participar en un Mundial o de llegar a una final de Copa América, porque desde
el 2004 no teníamos una participación tan triste como la que presenciamos este
domingo, donde el equipo empieza a apretar
a un Brasil sin ideas, apenas faltando cinco minutos para el final. Es esto a
lo que nos acostumbramos, a los últimos minutos de un encuentro buscar la
solución o ¿es este “proceso” de formación el que no encuentra un horizonte
claro? Resulta indignante ver cómo un país se ilusiona para después sentir ese
desgano, desilusión y frustración que cada día es más común entre nosotros.
Si
quiere compararnos entre lo que somos
los venezolanos y nuestro futbol, verá que predomina la absoluta
improvisación sin límites y sin esperanzas, vemos nuestras vidas correr a
medida que pasan los días y la frustración es más grande.
Esperemos
y haya vestigios de trabajo y de empuje a esta disciplina deportiva porque es
parte de nosotros, ahora, a cerrar este capítulo Copa América 2015 no sin antes
evaluar muy bien los errores y perfilarnos a las eliminatorias del Mundial
2018.
Por
eso nunca dejo de decir: ¡EL DEPORTE ES UN PELIGRO PARA LA IGNORANCIA!!!!