Desde hace varios meses se
intensificó la campaña electoral para elegir el nuevo presidente de
Venezuela, que más que una campaña, es una fiesta que sirve de
excusa a los ciudadanos para dejar de hacer sus obligaciones
laborales. Es una praxis que tenemos y que se acostumbra hacer desde
hace muchos años, esto no es nada fuera de lo común.
Con frases rimbombantes y
discursos mesiánicos los dos candidatos nos están embaucando de
nuevo, con promesas y engaños que al final el pueblo quedará en la
misma posición que hace más de cincuenta años viene quejándose.
Es toda una fiesta
performática en la que los habitantes de todos los sectores toman
sus calles y las transforman en templetes improvisados, en los que
ves cómo se disfrazan de uno u otro color, se aprenden las consignas
como un libreto exacto que sólo puede desembocar en la liberación
de energía, y por ende, conlleva a la extrapolación etílica, que
nos es más que una constante.
Las calles, avenidas y
ciudades están empapeladas de fotografías de todos los tamaños de
los candidatos, aunado a la contaminación sónica, que jugará un
punto de importancia, lo que nos lleva a ver ésta performance como
una inmensa instalación urbana en la que se intervienen los espacios
y se modifican los paisajes detrás de una razón política. Pero lo
que realmente vemos, es una fiesta que muchos no tienen ni la menor
idea de lo que hacen allí, por eso, recuerdo mucho a las grandes
manifestaciones adecas que avasallaban en todo el país,
transformándolo en un escenario de caos polifónico y ahora las olas
chavistas son la fiel copia de esto lo que nos indica que los
venezolanos no hemos cambiado, que las estructuras del populismo y
del proselitismo político vacuo están a la orden del día,
dejándonos de nuevo en el punto de partida, de un país sin
esperanzas, sin criterios y que se deja llevar por la emoción, la
inmediatez y la improvisación.
Vemos un país que se ha
convertido en especialista de grandes fiestas, de inmensas
performances, de un ritmo arrollador que nos lleva de la mano a una
hecatombe, en la que de una u otra manera estas siendo invadido por
esta avalancha de información e imágenes que terminan en zozobra.
Es por ello que las
campañas electorales siempre las he considerado una performance o
una instalación gigantesca, que toman a millones de personas para
que cada uno asuma un rol y sea protagonista desde los recursos que
se le otorgan como la gorra, la franela, el panfleto, la cerveza, el
ron y la música, de manera que sólo pienses en ser parte de ella y
no puedas salirte del libreto.
Estas performances siempre
nos llevan hacia la incorporación de las masas, y la uniformidad
está ebullición, porque ya creamos las propuestas de un bando o de
otro, siempre los mensajes están orientados hacia la misma
posibilidad del encierro y del ensordecedor ruido de la campaña que
está en cada esquina. Dejándonos en una posición alienada, lo que
nos permite leernos una y otra vez, y ver que Venezuela es un país
que sólo piensa en la fiesta, pero no una fiesta cualquiera, sino en
una pachanga sin fin, de excusas sin respaldo para dejar de hacer lo
que hacemos e incorporarnos en esta bacanal que sólo nos dejará una
gran resaca.
Porque no importa quién
gane, simplemente estaremos frente a una línea que nunca se romperá,
puesto que hemos sido adiestrados a estas formas de conducta.
La performance electoral
es la posibilidad de obligar la intervención del espacio, para
realizar una lectura de un grupo de personas (millones) que se
obligan a sí mismos a creerse protagonistas, a ser parte de esta
fiesta, porque estos personajes se encuentran que cada una de estas
personas que están integrando las campañas, que no son más que
muñecos que pueden ser fácilmente manipulables.
Todo desembocará al
domingo donde estaremos en la parte crucial de la performace, y que
no sólo llegará hasta allí, sino que continuará la fiesta
electoral, porque no se olviden que es el mismo presidente el que ha
estado en campaña ininterrumpida desde 1998.
La performance electoral
es parte del venezolano, eso es algo que no nos podemos negar ni
obviar, así que de ella participamos, lamentablemente, todos.
¡Las campañas
electorales y los políticos alimentan nuestra IGNORANCIA!!