Hace un año que Lolita Robles de Mora desapareció físicamente y aun en nuestras
memorias retumban las historias que ella se dedicó con tanto ahínco en
recuperar de la sombra del olvido, que nos hablaban de seres del más allá y de
situaciones fantásticas de los caminos de nuestra región como son las Leyendas del Táchira.
Lolita
Robles
deja un inmenso legado de narraciones que están guardadas en cada una de las
páginas de sus diversas ediciones de la leyendas, hoy día son punto de
referencia en nuestro estado, puesto que es un libro que a diario puedes ver en
cada institución educativa como excusa para dramatizaciones, relatos o simples
actividades de intercambio, ellos siempre renacen en cada joven que lo abre y
se niegan a desaparecer.
El principal aporte que veo en Lolita es que se empeña en resaltar, y
por supuesto, rescatar la tradición oral, las leyendas son una serie de relatos
que van de manera informal y cotidiana en el imaginario de la población, por
esta razón cada uno de nosotros tiene una visión del mismo. Es un trabajo
descomunal encontrar el punto de conexión en el que las variables del relato se
unifiquen y después llegar a una conclusión, por ello, considero que para Lolita representó muchas horas de
escuchar una y otra vez las fuentes de quienes se acercaban para informar sobre
sus historias, así como su desplazamiento por toda nuestra geografía lo que nos
da un panorama mucho más amplio.
Hablar de leyendas de caminos y calles
oscuras siempre es un gusto para las personas, se siente el escalofrío que
recorre por el cuerpo en cada desenlace, en cada historia porque es bastante
llamativa una con respecto a la otra, y es este un segundo aporte que podemos
encontrar. Lolita supo cómo entrar
en el relato, buscar las aristas de manera de mantener al lector prendado de un
anécdota, que si bien, es muy elemental, genera el vacío del terror que es
adictivo, por eso cala de manera inusitada en nuestros jóvenes. Es el rescate
de la memoria oral dirigida específicamente a los jóvenes y están enfocados en
una estructura didáctica, de fácil acercamiento, puesto que logra que las
herramientas literarias sean muy ligeras y poder llegar a la mayor cantidad de
lectores. Por esta razón la inmensa mayoría de nuestros estudiantes de básica
del Táchira conocen las historias de sus comunidades, pues se convirtió en un texto
casi obligatorio (de manera informal) en cada una de las instituciones, lo que
nos lleva a un saldo favorable para el rescate de las historias locales y
regionales de las que tanto se habla y que pocos saben tratar.
foto tomada de la pagina http://historiasultratumbaweb.es.tl es una imagen genial. |
Pero Lolita no sólo nos muestra el relato, sino que además, nos da las
vías para entrar en ellos y generar la preocupación por este fenómeno, que a
fin de cuentas es parte de nuestra memoria cultural que intentan borrarnos
indiscriminadamente con los medios de comunicación y la tecnología.
Otro aporte es la reivindicación de lo
regional, de lo que está al alcance de cuantos la leen, porque es parte de su
sistema cultural que trata de salir a flote a cada instante, es parte de lo que
vivimos a diario con lugares comunes y lenguaje cotidiano, que nos permite
entrar en sintonía y desde allí plantearnos una forma de abordar los temas que
nos concierne en cada una de nuestras comunidades. Un aporte intangible puesto
que en el mismo instante de abrir el libro estamos dejando que el imaginario
colectivo entre en contacto con nuestra forma de actuar, y que nos dejemos
llevar por estas historias que apenas sobrepasan una página -en la mayoría de
los casos- pero que están multiplicándose en cada uno de nosotros, porque se
convierten en especies de relatos generalizados que pueden ocurrir en cualquier
parte y en cualquier tiempo.
Un aporte más, Lolita dejó que los mismo lectores abonaran sus relatos y que
multiplicaran el número de historias, desarrollando en ellos mismos sus
cuentos, por esta razón, no es un misterio, ni es extraño que en una reunión
siempre se termine hablando de las Leyendas
del Táchira y de las leyendas que cada uno de nosotros lleva consigo, pero
que se van volviendo cada vez más grandes, lo que representa una ganancia para
nuestra cultura tachirense, porque es un punto álgido en la labor de recuperar
muchas historias que están a punto de irse al olvido, pero que poco a poco
están saliendo a flote, y es necesario encontrar más para abonar a los relatos
de Lolita.
Las Leyendas
del Táchira nos acompañaron en nuestra educación media, relatos como la
llorona, la sayona, el aparecido, la mujer del cementerio, el perro del diablo,
la potranca del diablo, el niño que llora, el soldado que pide una cola, el
hombre del tabaco, los duendes, el indio de Loma de Pío y miles de historias
que Lolita nos contó y que de seguro
aún se conservan muchos trabajos inéditos que esperan por ver la luz.
Por cierto, todavía hoy me pregunto
dónde queda la Casa Embrujada de Barrio Sucre, porque para quienes aquí vivimos
siempre fue un misterio la ubicación exacta, pero de igual manera siempre
fantaseábamos con los personajes que
esperaban en la oscuridad para salir a
encontrarnos o nosotros con ellos. Por eso a Lolita Robles de Mora se le merece un extraordinario sitial en
nuestra historia y en nuestra literatura, porque deja una huella que
prevalecerá por muchos años en el colectivo tachirense.
Y por historias como estas siempre les
recuerdo que: ¡LA CULTURA ES UN PELIGRO PARA LA IGNORANCIA!