viernes, 11 de septiembre de 2015
La Milla Verde
Hay muchas maneras de
abordar los temas de Stephen King, podríamos empezar por hablar de los mundos fantasmagóricos, fríos y hasta
agresivos que nos muestra en cada uno de sus relatos, pero creo que ya se ha hablado
mucho de estas categorías, sin embargo al leer La Milla Verde en una publicación de DEBOLSILLO (2009) –aunque sabemos que la
primera edición en inglés data de 1996 bajo el seudónimo de Richard Bachman- podemos
ver una faceta mucho más amplia y más esperanzadora de nuestro autor que está
en mi lista de favoritos.
La Milla Verde (El pasillo de la Muerte) es realmente la historia
del encuentro entre Paul Edgecomb y John Coffey –“que no se escribe como la bebida,
pero se pronuncia igual”-, vemos un personaje que está allí renegado a un trabajo
que asumió bajo protesta, porque Paul es un carcelero que está cuidando los
reos que serán llevados a la silla eléctrica, “La Freidora” como le llaman de “cariño”
todos en el centro penitenciario, y que va ingresando en la conciencia de cada
uno de los asesinos que allí se congregan.
Es un mundo donde la muerte
tiene su principal lema, es quién circunda cada frase y escena, porque allí todos
han masacrado, asesinado vejado y ultrajado, pero al estar a escasos ciento
veinte pasos de un suelo verde que los separa de “La Freidora”, comienzan su
proceso de metamorfosis, que no es otra que la de llegar a su reivindicación y
esperar que un milagro ocurra en sus vidas y se salven de su fatal destino.
Stephen King de nuevo nos
enfrenta a sentimientos encontrados con los personajes, que van suavizando sus
discursos y van ocurriendo hechos insólitos como la aparición de Cascabel –Mr. Gingles en su versión en inglés- que
es un ratón que juega con el carrete de Delacoix (otro sentenciado) o que come
caramelos de menta, pero que su vez nunca puede morir. Podemos ver muy bien
definido el temperamento del jefe Paul Edgecomb y sus compañeros que son el
vivo retrato de personajes atrapados en las fauces de la violencia, pero que
recapacitan a cada instante sobre sus funciones, que no son tan lejanas como las
de quienes ellos cuidan.
Hay una visión que deja en
claro el autor, vemos que existen los “Asesinos
institucionales” que serían los verdugos, pero que ellos a su vez cuidan a “Asesinos
callejeros” –por colocarles una categoría-, porque a fin de cuentas todos los que están allí morirán
de una u otra manera. También podemos ver cómo los roles se van modificando mientras
te adentras en cada una de las paginas, se siente la interminable interacción
del discurso de Stephen King que va buscando aferrarse a las formas en las que los
rayos de esperanza se van internando en estos muros húmedos y fríos.
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