Jugar
a un viaje sin retorno, empujar la idea de vagar sin rumbo y aparecer en
diversas partes el unísono, dejar que el tiempo fluya sin medida entre el
pasado y el futuro, deslizar imágenes que se desglosen en miles de sonidos o
permitir que los sueños no son lo que aparentan ser, son unas de las tantas
herramientas que nos trae Ednodio
Quintero en El Hijo de Gengis Khan,
su nueva novela publicada en 2013, por Seix Barral, y que de más está decir, es
un desafío al lector y una carrera vertiginosa por la palabra.
La
cascada de imágenes, y la polifonía de la estructura de sus personajes crean en
El Hijo Gengis Khan una aventura
narrativa que nos lleva desde las estepas de los tártaros en el vientre de
Zolzaya -la preferida de Gengis Khan- hace más de ocho siglos, hasta espacios
geográficos inexplorados. Relatos impresionantes de cruentas batallas y
episodios teñidos de muchos colores, especialmente, en el rojo de la sangre que
se derrama como parte del ritual eterno de esta estirpe de guerreros.
Entre
una lucha feroz por sobrevivir y la soledad que atraviesa el personaje, ante la
implacable mirada de Gengis Khan, nos vemos atravesados por la intriga de las
costumbres de una cultura que sólo piensa en la muerte. Es claro que la primera
parte del relato deja de manifiesto la satisfacción por el sufrimiento de sus
adversarios, que se ven acorralados una y mil veces por este poder absoluto de
la tiranía inimaginable, de la invasión, del saqueo y animadversión de quienes
se cruzan en su camino.
En
medio de esta trifulca vemos el hijo nonato de Gengis Khan que se refugia en el espacio tranquilo del vientre de su madre,
que percibe las formas y sonidos que provienen de afuera, pero al tiempo
empieza la conjetura de un mundo que no está seguro de salir y divaga entre sus
sueños y su pequeña óptica de lo que cree existe y le rodea.
Ednodio Quintero en una suerte
de narrador, con una extraordinaria experiencia que nos pasea y nos arrastra a
velocidades impresionantes de sitios, a situaciones y remembranzas para romper
el hilo conductor de su trabajo, dividiendo en dos grandes bloques su historia.
En
la primera parte del hijo nonato, elucubrando sobre el imperio que heredará y
del cual tiene sus dudas, luego la novela en la segunda parte da una vuelta y
nos lleva más de ocho siglos después a miles de kilómetros de las “estepas”,
para dejarnos abandonados en un delirio o ensoñación en los páramos andinos,
que de inmediato nos vuelve la cara hacia un jinete, su caballo y su perro que
deben enfrentarse a la muerte del padre del primero.
Hay
de nuevo elucubraciones que son llevadas
de un espacio a otro de diferentes tiempos, lo que nos deja en una novela
absolutamente anacrónica, de un valor estético único. Vemos el nacimiento de
una lectura en la prosa indiscriminada, de una vertiginosa carrera por la
construcción de espacios en los que el lector entra y sale sin desperdicio, que
sólo tiene como objetivo mantenerlo aferrado a una cascada de frases que se van
interconectado a medida que se desarrolla la temática. La novela está elaborada
por muchos hilos, lo que nos deja frente a un narrador que no le teme al
derroche de situaciones, pero al unísono cada una está muy bien definida.
El Hijo de
Gengis Khan
es una pieza que al tomar la primera página no puedes soltar el relato, puedes
percibir en cada una de sus páginas, las formas en las que viven y se
desarrollan cada uno de los personajes, es una invitación a esta narrativa
venezolana que se abre caminos en medio de una búsqueda de lenguajes que se
definen como autónomos.
Vemos
al mismo tiempo que hay una preocupación por la historia de personajes casi anónimos,
que de igual manera son los que desencadenan la acción sin freno, e irremediablemente
nos vamos dejando llevar por el desenlace que conlleva a cada uno de los episodios
del personaje que viaja en dos tiempos y en varios sueños buscando su padre.
El Hijo de
Gengis Khan
es a fin de ventas una novela que no se puede dejar a un lado y nos llevará de
un envión a un mundo fantástico con un desenlace impresionante. Recomendada a
los lectores de la buena literatura.
Recuerden
buscar esta novela y no se les olvide: ¡LA LITERATURA ES UN PELIGRO PARA LA
IGNORANCIA!!!
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