Haruki
Murakami es un novelista japonés que nos tiene a todos fascinados por su
capacidad de narración, por su fuerza en la palabra y por la elaboración de
mundos paradójicos y hasta fantasmagóricos que desafían al lector en cada
línea. Es posible que el escritor se convierta en una moda o quizá nos cautive
con su manera de escribir, y por esta segunda razón es que me atrevo a
acercarme a su pieza Kafka en la orilla.
Kafka en la
orilla
es una novela que lleva dos grandes discursos al unísono, con personajes que se
van acercando sin saber la razón de su existencia, es decir, que va
prolongándose en el tiempo una elipsis sin sentido, que inevitablemente debe
llevar a una confabulación, a un destino bastante curioso.
Es
posible que Kafka en la orilla nos
lleve de forma simpática y pintoresca hacia la caricaturización de sus
personajes, como es el caso de Sakoru Nakata que tiene la posibilidad de hablar
con los gatos, pero también está el mundo complejo de Kafka Tamura, que siendo aun
siendo un joven de quince años, encierra en su interior los conflictos del
universo, del que se deslinda para tratar de vivir en medio del jazz, el rock
de los ochenta y la literatura.
Seguir
la pista de esta novela implica acercarse a los cambios de ritmo desenfrenados
en cada uno de los cuarenta capítulos, podemos divertirnos desde las
ocurrencias de los gatos, hasta los inimaginables asesinatos que allí se
relatan. Pero también está la suavidad de la prosa en cada uno de los pasajes
en los que se adentra Kafka Tamura.
Una
misteriosa mujer aparece en escena para tener el punto de unión de los
personajes, la señora Saeki y su asistente Óshima que son una especie de
encuentro entre este mundo y la conexión con lo misterioso. Por supuesto, quien
haya leído trabajos anteriores o más recientes de Murakami entenderá que su
estructura se basa en la búsqueda de estos mundos, que están allí presentes en
cada uno de los lectores, pero que pueden llegar a ser un sueño o un sistema
complejo de espíritus que los empujan a decir y tratar de entrar en consideración,
puesto que en un pasado no muy lejano y las historias no llegaron a
concretarse.
Entrar
en este juego de la novela, es lo que capta la atención, nos vemos frente a una
historia que divaga, que se despierta, que se desvanece a medida que pasan las
páginas y que en algún punto álgido de la lectura nos quedamos en la
expectativa de un nuevo movimiento, pero nos lleva a otra parte.
Divagamos
con Kafka y Nakata por caminos insondables en lo que podemos arriesgarnos a
creer, o simplemente dejar como una alucinación, pero de lo que sí estamos
seguros, es que las historias nunca nos llevaran al punto que esperamos, sino
que al contrario, empiezan a convertirse en diferentes formas de atravesar los
caminos de la espiritualidad.
Murakami
nos vuelve a encerrar en los sueños de sus personajes, de un país que nos
resulta exótico como es Japón, de una vida que lleva a otra vida, de un relato
que nos desorienta pero que magistralmente es capaz de hacer que los hilos se
acrecienten y se vuelvan más fuertes.
Es
posible que el autor nos lleve a un mundo que él ha construido a lo largo de su
obra, es posible que solamente estemos en el sueño de un adolescente, es
posible que nos dejemos llevar por la gracia de un gato, es posible que simplemente
estemos embrujados por una historia que sabe hacia dónde lleva sus relatos,
pero de lo que sí estamos seguros es que estamos frente a un escritor que
cautiva y es una novela que no puedes dejar de leer por más que lo intentes,
puesto que en la misma velocidad en la que arrancan las primeras páginas, es la
misma manera en que te envuelve para que puedas llevarlo hasta un final
inimaginable.
Kafka en la
orilla de Haruki Murakami es esto, una extraordinaria oportunidad para leer
buena literatura universal, recomendada al cien por ciento.
Por
supuesto, sólo resta decir: ¡LA LITERATURA ES UN PELIGRO PARA LA IGNORANCIA!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario