LLEGAR
A LA AZULITA es tan contrastante como la gente que allí la habita, se tiene
esa sesión entre calor y frío en cuestión de segundos, y es que esta población
está en medio de un “dilema” geográfico entre la depresión del Lago de
Maracaibo y La Cordillera de Los Andes, de esta manera es como lo sentimos, en
ese intercambio de temperaturas, de sonidos de sensaciones y de colores. ¿Por
qué hago esta acotación especial? Porque esta semana que recién concluye fuimos
al FETAZUL el Festival de Teatro de la Azulita que llega a su Sexta edición y
no se detiene, conocer un personaje como Ramón La Cruz, un hombre comprometido
con el teatro, que ha atinado con llegar hasta acá con un evento que le pertenece
en primer lugar a todos los que allí se congregan, porque genera un ambiente de
amistad y de hermandad casi cófrade de quienes participan como artistas, pero
también se siente que el pueblo lo considera como parte de sí. Hay que moverse
hasta estos lugares para encontrarse con una actividad que regresa a sus
orígenes, con juglares que van de camino en camino rebosando el ambiente con su
alegría y con la fragilidad de sus historias, tratando de hacer sonreír un poco
a la gente y nos reiteran que el teatro ha perdido, en muchos casos, este
horizonte y pocos están tratando de recomponerlo.
Este Festival nos da ciertas sensaciones
que voy a describirlas detalladamente:
En primer lugar se abre la brecha para
enfrentarse a un festival comunitario, es decir, allí no aparecen los grandes carteles
de obras y artistas que van en búsqueda de una definición de divismo -aunque
uno que otro que quiere ser divo pero resultan inofensivos-, al contrario, el primer
choque que sufres es que todas las obras se presentan en un fin de semana, en
su categoría de “comunitario” vemos que hay un arreglo mutuo entre las
agrupaciones para llevar piezas de pequeño formato, donde hay que ajustarse a
tiempos y condiciones casi agrestes para el montaje, pero si alguien lleva su
visión de trabajar en estos períodos planificados será más activo y se moverá
en cuestión de minutos para su función. Es muy curioso, pues, puedes ver hasta
cinco espectáculos por día, lo que representa un maratón físicamente para
quienes somos adictos al teatro. Entonces podemos disfrutar de grupos que van
desde algunos ejercicios teatrales hasta ver trabajos muy completos y en su
mayoría con mucha juventud de por medio, y es allí donde puedes encontrar las
condiciones de un teatro regional, de un teatro que se rejuvenece, de un teatro
que respira este nuevo aire andino, que va saliendo en búsqueda de su lenguaje,
de un teatro que se va desplegando en el interior del país para diseminarse, y
que genera un punto de encuentro para hacedores de diferentes partes, porque en
esta ocasión tuvimos la participación de artistas de Maturín, Puerto Ordaz,
Caracas, Valencia, Mérida y San Cristóbal, pese a ser mi primera visita a este
evento me pareció bastante llamativa la convocatoria que el mismo genera.
En segundo lugar, el convivio, hay una
búsqueda de intercambio permanente, si de comunicación se refiere hay un juego
de acciones que ellos realizan, y es que todos los que allí nos congregamos debíamos
llegar a las horas de las comidas, de distracción y de trabajo en conjunto, es
decir, que están cumpliendo con el convivió que tanto nos falta y todos terminamos
por conocernos y realizar alianzas o redes de trabajo que se extenderán por
todo el territorio. Este convivir, está incluso para dormir porque nos ubicamos
en sitios donde debes compartir con gente de otros lugares aun sin conocerlas,
es lo que genera que los lazos de fraternidad se fortalezcan y vayan más allá
de lo que es el simple hecho teatral, y es que el teatro se construye en conjunto,
desde el constante intercambio con quienes de él participan, por eso no es difícil
ver que allí todos terminan siendo hermanos en igualdad de condiciones.
No es posible hacer teatro o fortalecerse
en el tiempo con un festival que poco a poco se le han recortado el presupuesto
y que está en vilo, pero entre todos los amigos se han negado a dejarlo “morir”
y no permiten que se suspenda, este punto se anexa y suma en las condiciones en
las que nace cada año. En este momento atravesamos una situación muy delicada
en cuanto a presupuestos y apoyos
gubernamentales que están dejando fenecer las actividades artísticas, pero
existen personas que se niegan a ocultarse detrás de esta imagen, y es que el
trabajo surge por encima de cualquier impedimento, además es una situación donde
los protagonistas, que son los mismos teatristas, llevan cada uno su apoyo,
desde su transporte hasta una colaboración para la alimentación de todos en
general.
En tercer lugar y no menos importante
pero sí relevante, es la preocupación de parte de la organización por generar un
ambiente de formación entre quienes allí asisten, y para ello se llevan los conversatorios
y talleres con el compromiso de asistir y de participar cada uno de los grupos,
y este año estuvo como invitado especial el Maestro Rubén Darío Gil y por supuesto
que nos dejó parte de su experiencia con
una charla y un taller sobre dirección y dramaturgia donde se reflexiona sobre
las temáticas que abordamos actualmente en el teatro, se cuestiona el
compromiso que tenemos para con el teatro en Venezuela y las vertientes que se
generan desde las propuestas estéticas
que tanta falta nos hacen y aprovechar estas pequeñas palestras para que los
hacedores entren en conflicto, vayan en conjunto a una exploración compleja, y
se involucren en la investigación gestual profunda para llegar a conclusiones
colectivas sobre la actualidad de nuestra dramaturgia y ese letargo que nos está
absorbiendo. Pero no debemos dejar de buscar en cualquier trabajo que por pequeño
que parezca y se quede allí ahogado en el silencio de la ignominia, este punto
nos permite despegar hacia el certero trabajo de transformación de un teatro
que se identifique con nosotros y que va de inmediato hacia este repunte que
estamos ansiosos por alcanzar desde hace mucho tiempo.
Otro punto a favor es el encontrarnos con personajes, que si
bien han marcado un huella en nuestra literatura y reitero con Rubén Darío Gil,
que es dramaturgo de oficio y poeta en su plenitud, que en medio de estas montañas
logramos encontrar puntos de inflexión muy álgidos sobre el panorama
contemporáneo del teatro en nuestro país, con aspectos que van desde lo
artístico, lo humano, lo estatal y lo político –aunque este último punto es
bastante agotador, se debe hacer un paneo general por las mismas
características de nuestro movimiento teatral- porque allí realmente
coincidimos en visiones, estamos en la prioridad de profundizar en el tema de
la formación, la reflexión y el compromiso de nuestros pares en el teatro, porque
sin investigación no podemos plantear nada, nos negamos a buscar nuevas
expectativas, y anulamos nuestro entorno. Es urgente buscar en los recovecos,
desempolvar los rincones que van a identificar nuestro teatro, y para ello se transita
en medio de las puestas que van de la mano de lo que se compromete con el
lenguaje regional, con una identificación de lo que nos rodea y la
responsabilidad con la que se asume el hecho de crear, no podemos hablar de un
cambio en nuestras perspectivas mientras los métodos y técnica de dramaturgia y
dirección no se adapten a las circunstancias en las que nos vemos envueltos.
No podemos hablar de propuestas estéticas
mientras no haya un proceso de asimilación del teatro como medio de exploración
y siempre estaremos detrás del estereotipo que tratan de imponer algunos
teatristas que sólo piensan en su sobrevivencia cotidiana detrás de públicos
mal informados que sólo tratan de divertirse un rato, y mientras sigamos detrás
de copias fieles de modelos comerciales y “micro/ligeros” que vienen desde Caracas
o desde otras regiones del Mundo. Pero de lo que sí estamos claros es que
debemos revisar muchas propuestas y luego depurarlas e insertarlas en nuestros
contextos, o generar una manera particular de trabajo, para definir los juegos
teatrales que estamos tratando de realizar. En tal sentido las salas deben ser
los puntos de encuentro del público que termine siendo crítico de un hecho que
está hablando de ellos mismo. Si logramos en conjunto que las nuevas generaciones
de teatristas se dispongan en esta búsqueda, por supuesto encontraremos una
nueva cartografía teatral que nos hace falta y que nos reclama desde hace
muchos años, porque es fundamental que se despegue de una vez y sin medida desde
estas propuestas que son las que nos pueden ayudar a crear una Escuela de Espectadores
con certeza, que se le ha negado al teatro en esa falta de compromiso que está
allí entre nosotros y que nos vamos minimizando de manera voluntaria.
Ramon Lacruz y Hortensia Quintero |
Otro punto fue el estreno de un trabajo
titulado “El Confidente” de autoría de Gilberto Pinto que amablemente me
permitió dirigir mi querida Hortensia Quintero y que junto al actor Pablo Ordoñez
fue toda una experiencia, -tiempo sin internarme en un proyecto anejo- razón
por la cual quedo en compromiso de continuar en nuevos montajes y queda
pendiente una temporada en San Cristóbal, pero volviendo al FETAZUL, este
estreno permitió conversaciones con nuestros amigos para desenredar detalles, escuchar
y sentir la receptividad del público, e intercambiar comentarios que están a la orden del día en este
ambiente, por ello debemos rescatar y apostar a estas alternativas.
Por ultimo quiero dedicar esta palabras
a un gran amigo como Ramón Lacruz que le conocí en este FETAZUL y me ha dejado
maravillado con su versatilidad en todas las áreas del arte, porque se transfigura
como director y actor, pero a unísono es un fantástico artista visual que ha
dejado La Azulita repleta de sus esculturas, pero él en sí mismo es un juglar
pues le vimos en su rol de mimo, de cantante, de animador, de músico, de
organizador, de gestor cultural y hasta de médico naturista, es todo un privilegio
acercarse a este personaje lleno de tanta vitalidad y que ha logrado transmitir
esto a sus hijos, puesto que todos participan en la organización y sientes que hay
una necesidad familiar de trabajar en conjunto y con su ánimo involucran a cada
uno de quienes nos acercamos a este grupo de personas. La Azulita, su Festival
de Teatro, Ramón y su familia son realmente un juego de sensaciones que se
viven, que se multiplican y estoy muy seguro se extenderá este evento por muchos
años más.
En definitiva, hay muchos detalles que
se me han pasado por alto y que quisiera poder seguir relatando pero podría incluso
reiterar, y es por ello que sólo me deja la expectativa de algún día volver a este
Festival, de retornar a las cálidas/frías tierras de La Azulita y compartir con
esta gente maravillosa que nos recibió sin prejuicios.
Es por esta razón que podemos decir que en
cualquier circunstancia o condición EL TEATRO ES UN PELIGRO PARA LA IGNORANCIA.
José Ramón Castillo
Domingo 04 de agosto de 2016
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