lunes, 1 de mayo de 2017

Lo que comenzó siendo un performance basado en el Cuerpo de la Mujer y terminó siendo un trabajo complejo sobre el Cuerpo Fragmentado, Fracturado y Violentado de Frida Khalo.

Nunca fui muy amigo de la imagen de Frida Kahlo y todo lo que ella representa para el mundo contemporáneo de artistas “snob” y de luchas estériles de “género”, que, en lugar de avivar una crítica de la artista mexicana termina convirtiéndola en imagen de consumo banal. Estas propuestas transforman el arte en objetos de articulación comercial, que están ligados a comentarios inertes de jóvenes y no tan jóvenes que se hacen llamar artistas, y que, a fin de cuentas, son panfletos vacíos que imponen inexistencia estética a la obra y su contexto. Por ello siempre me vi enfrentado a esta imagen de Frida –aun hoy me cuestiono- que incluso la empleaba en algunos de mis montajes como ejemplo de marketing y superficilidad.


 En 2015 mientras realizábamos una residencia artística con Dianita López que recién llegaba de Chihuahua a San Cristóbal, para un proceso creativo con el Incinerador Teatro, comenzamos a explorar muchas facetas del mundo en la frontera, de las inmensas ganas que teníamos de realizar un trabajo de estereotipos, iconos y fetiches de comercio entre Venezuela, Colombia y México, la idea inicial era realizar un trabajo performático que sería llevado luego a escena, en una suerte de proceso que siempre realizo, y con ella salir de gira una vez más. Pero la cuestión no fue tan sencilla, y, como en todos los procesos creativos, se fueron desligando sus objetivos iniciales y se afianzó en esta idea de las Fronteras que se mueven, pero en este caso no íbamos hacia las Fronteras físicas o regional, sino hacia una  aventura de nuestros sin límites para buscar ciertos valores y designaciones estéticos que le agregaríamos en este proceso. Duramos cerca de tres meses y medio entre la exploración, la inmersión en el tema y la exploración del Cuerpo de la actriz que se expandió en el escenario sin control, y de la que nos vimos arropados por las oleadas inmensas de patrones que rompíamos a medida que pasaban los días y las semanas de esta producción.

Primero, estábamos en medio de la vorágine de una temporada de FRESA, en conjunto con su gira, y el elenco de El Incinerador estaba igual que siempre con el estrés a tope, estos compromisos nos estaba abarcando el tiempo más de lo esperado, con invitaciones en Mérida, Caracas y Pamplona, pero sin dejar de estar pensando en este proyecto. Por ello Dianita estaba detrás de nosotros viendo todo y calculando cada paso que dábamos, y fue allí en medio de una tromba de ideas mientras recapitulaba un día que se me cruzó la imagen de Frida, pero lo que no sabíamos era que Frida nos estaba llamando, -siempre he dicho que uno no escoge el montaje, el montaje lo escoge a uno, tal vez por eso esté hoy en el fin del Mundo-. En fin, me atreví a escribir a Humberto Robles, dramaturgo mexicano que admiro para solicitar el permisos de estudiar Frida con la posibilidad de un montaje, aunque muy pocas veces trabajo con dramaturgia ajena, esta opción me gustó muchísimo, luego de él enviarme la documentación necesaria me vi de nuevo en Aguas Profundas de no saber qué hacer con todas las imágenes que teníamos, cómo ensamblarlas con el bello texto de Humberto, contando que en Pamplona ya habíamos realizado un performance en la reunión del Proyecto FRONTERAS 2015.


Surgió la idea de invitar dos actrices más que eran Adelita y Dulce Santander, pero las convertimos en unas especies de Fridas muy andinas, que hablaban el “idioma del gocho” –me refiero a acentos, modismos, costumbres de la región andina venezolana, ellas fueron formadas en estas tierras, lo que me dejaría ver que sus Cuerpos se apropiarían de un elemento externo y nos iríamos a otra aventura más vertiginosa- y que se internaron de manera tal en las construcciones de las Fridas que fueron avasallantes en cuanto a desgaste físico se refiere. Se incrementaron las horas de trabajo entre mis viajes a Caracas los fines de semana, las intensas horas de ensayos en San Cristóbal que iniciaban en las tardes y culminaban por allá en las noches sin respiro alguno, fue agotador.


La música fue una variación de temas de La Llorona por parte de mi hermano y cómplice Robinson Pérez que se adjuntó al proyecto de manera espontánea, como debe ser en el teatro, y terminamos haciendo una pieza performática respetando a cabalidad el texto de Humberto,  con imágenes multimedias que acompañaban a las Fridas en este camino que se trasformaban en muñecas de colección de artesanía, para hablar desde las Fridas que se reivindican y exigían al público una revisión de la historia de esta figura con serenidad.

El trabajo se convirtió en un gran ágape donde la gente pudo disfrutar de buena comida, de buena música, de videos, de olores, de sensaciones, algunos del público durante las funciones se emborracharon, y por sobretodo de un extraordinario performance de tres actrices que se jactaban de todo lo que podían hacer, de las dinámicas en las que se movían y de un éxtasis que aun hoy lo revivo a detalle.

Las fotos son de los panas Igor Castillo, Ricardo Ramírez y José Ramón Castillo.

Dianita muy pronto se vienen las buenas nuevas ;)

PD: este fue el trabajo previo a la Medea… que luego montamos en otra residencia en Chihuahua (México) ese mismo año. Y hoy por acá en mi sabático interno en el fin del Mundo, planificando nuevas propuestas.

Gracias Dianita J








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