En 2015 mientras realizábamos una residencia artística con Dianita López
que recién llegaba de Chihuahua a San Cristóbal, para un proceso creativo con
el Incinerador Teatro, comenzamos a explorar muchas facetas del mundo en la
frontera, de las inmensas ganas que teníamos de realizar un trabajo de estereotipos, iconos y fetiches de comercio entre Venezuela, Colombia y México, la idea
inicial era realizar un trabajo performático que sería llevado luego a escena,
en una suerte de proceso que siempre realizo, y con ella salir de gira una vez
más. Pero la cuestión no fue tan sencilla, y, como en todos los procesos creativos,
se fueron desligando sus objetivos iniciales y se afianzó en esta idea de las Fronteras
que se mueven, pero en este caso no íbamos hacia las Fronteras físicas o regional,
sino hacia una aventura de nuestros sin
límites para buscar ciertos valores y designaciones estéticos que le
agregaríamos en este proceso. Duramos cerca de tres meses y medio entre la exploración,
la inmersión en el tema y la exploración del Cuerpo de la actriz que se expandió
en el escenario sin control, y de la que nos vimos arropados por las oleadas inmensas
de patrones que rompíamos a medida que pasaban los días y las semanas de esta
producción.

Surgió la idea de invitar dos actrices más que eran Adelita y Dulce Santander,
pero las convertimos en unas especies de Fridas muy andinas, que hablaban el “idioma
del gocho” –me refiero a acentos, modismos, costumbres de la región andina
venezolana, ellas fueron formadas en estas tierras, lo que me dejaría ver que
sus Cuerpos se apropiarían de un elemento externo y nos iríamos a otra aventura
más vertiginosa- y que se internaron de manera tal en las construcciones de las
Fridas que fueron avasallantes en cuanto a desgaste físico se refiere. Se
incrementaron las horas de trabajo entre mis viajes a Caracas los fines de
semana, las intensas horas de ensayos en San Cristóbal que iniciaban en las
tardes y culminaban por allá en las noches sin respiro alguno, fue agotador.
La música fue una variación de temas de La Llorona por parte de mi hermano
y cómplice Robinson Pérez que se adjuntó al proyecto de manera espontánea, como
debe ser en el teatro, y terminamos haciendo una pieza performática respetando
a cabalidad el texto de Humberto, con
imágenes multimedias que acompañaban a las Fridas en este camino que se
trasformaban en muñecas de colección de artesanía, para hablar desde las Fridas
que se reivindican y exigían al público una revisión de la historia de esta
figura con serenidad.
El trabajo se convirtió en un gran ágape donde la gente pudo disfrutar
de buena comida, de buena música, de videos, de olores, de sensaciones, algunos
del público durante las funciones se emborracharon, y por sobretodo de un
extraordinario performance de tres actrices que se jactaban de todo lo que
podían hacer, de las dinámicas en las que se movían y de un éxtasis que aun hoy
lo revivo a detalle.
Las fotos son de los panas Igor Castillo, Ricardo Ramírez y José Ramón Castillo.
Dianita muy pronto se vienen las buenas nuevas ;)
PD: este fue el trabajo previo a la Medea… que luego montamos en otra
residencia en Chihuahua (México) ese mismo año. Y hoy por acá en mi sabático
interno en el fin del Mundo, planificando nuevas propuestas.
Gracias Dianita J
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