jueves, 11 de febrero de 2010

“Es la hora del pasajero…”

Como bien saben me gusta mucho caminar por la ciudad y ver cómo tratamos de resolver los problemas de convivencia y de comunidad. Es un tanto complicada y bastante exótica la manera de cómo nosotros creemos en el concepto de ciudad. Por ello, quiero comentar algo que me ha pasado y que es muy particular en nuestro sistema de transporte público. Es una verdadera travesía hacia lo infinito, lo siniestro y lo misterioso montarse en un autobús de esos que pasan por cualquiera de nuestras calles.

Montarse en una buseta en la ciudad de San Cristóbal es tan peligroso como ir de excursión en la selva a la espera de que un animal salvaje se lo coma a uno. He pensado que deberíamos organizar un ecoturismo dentro de estas unidades porque resulta extrema la forma en que sobrevivimos día a día.

Resulta ser que el viernes voy en un autobús que atraviesa Barrio Obrero y eran cerca de las 12:00 m. Claro está que es una hora pico y que es imposible encontrar un buen asiento en la unidad de transporte. Pero lo que me fatiga es el exceso de personas que suben a estos colectivos, sin contar que la mayoría va colgada de la puerta, la ventana y hasta en el techo, el conductor presiona para que todos se vayan hacia atrás y no conforme suben algunos a vender cuanta cosa extraña se consigue en la calle, sin contar con las diferentes colas de colaboraciones y “estudiantes” que están “sin recursos” y deben salir a vender unos lapiceros a precio de mayorista. No soy quien para cuestionarlos.

Pero lo que sí me causó mucha gracia y terror, es una extraña sensación de humor negro, es que el conductor con su tono obstinado y su particular “buena voluntad”, les dice a todos los usuarios que se corran por el pasillo hacia atrás porque es “La hora del pasajero”. Me acuerdo que conté cerca de 12 personas de pie en una buseta y para colmo entraba más y más gente. Era un infierno insoportable que genera el delirio de asfixiamiento, en ese momento pensé que era el día de morir ahogado. La temperatura subía considerablemente y seguían subiendo a cada 10 metros que avanzaba la unidad. Era como si adentro existiera espacio más amplio, el conductor gritaba y peleaba con todo el que se subía, y decía una y mil veces: “Córranse que es la hora del pasajero”.

¡La hora del pasajero!, es una interesante frase, nunca la había oído, ahora reflexionemos sobre la formación de esta oración. “La hora del pasajero” significa que el “pasajero” es un punto muy importante en la organización del transporte, lo que quiere decir, que es la fuente de sustento del conductor y del dueño de la unidad. Esto indica, por lógica, que el servicio deberá ser digno y no tan agreste como en nuestra ciudad.

La hora del pasajero significa que todos deberíamos ir al menos sentados, o un poco cómodos con un mínimo de decencia. Pero allí radica el grave problema de todo.

Los pasajeros somos cómplices de esta situación porque deberíamos denunciar os maltratos y las innumerables infracciones que comenten estos señores que se hacen llamar conductores. Además el caos es cada día más insoportable. ¿Quienes son los responsables de esta crisis de transporte? porque cada día las unidades son peores y el trato es demasiado agresivo.

La próxima vez que me suba a una unidad me llevaré una antirrábica para ponérsela al conductor y para mí una antitetánica, por si acaso adentro me muerde algo o me sale una culebra. Y esperemos que algún día, por fin, haya “una hora del pasajero”.

1 comentario:

Vanessa Nataly Castro Rondón dijo...

Cada día es un atentado a la vida, así suene dramático. Por eso es mejor caminar. Lastima que no podamos caminar sea cual sea el destino