Durante más
de una semana miles de personas emprendieron un camino desde San Cristóbal que
recorre algo así como setenta kilómetros atravesando el páramo, hasta llegar a
la población de La Grita. Esta peregrinación se realiza como un acto de fe,
dejando una serie de promesas cumplidas y de prevenciones espirituales para el
futuro.
En las
manifestaciones de fe multitudinaria se dejan oír cientos de historias que
tienen un destino en común, aliviadas por las bendiciones que emana el Santo
Cristo de La Grita pero que van acompañadas de ciertas normas a lo largo del
camino.
Hay un
libreto que se debe leer e interpretar desde la salida, pasando por la Virgen
de Táriba, el Niño Jesús de Cordero, Mesa de Aura, el Páramo del Zumbador y El Cobre,
cada uno con una parada obligatoria que requiere de ciertos rituales, ya sea para
elevar una oración o para que los peregrinos descansen un instante. Es un
camino que se convierte en romería de creyentes y de agnósticos que van de la
mano siguiendo estos pasos, que culturalmente se han venido desarrollando desde
los últimos años y que ahora tiende a propagarse con mayor ahínco.
Es una
performance cultural que se desarrolla de manera colectiva y ya es parte de una
celebración que año tras año va tejiendo sus bases y ganando mas impulso, con
actores que se suman a esta caminata, que no es más que una remembranza de un
sacrificio corporal para llegar a una meta. Es curiosa la manera cómo no sólo
las personas que caminan se organizan, sino que van aunados los habitantes del
borde de la carretera, convirtiendo la promesa en una gran fiesta de espacios
de identidad.
Es posible
que estemos ante el nacimiento de una celebración cultural que va a convertirse
en una atracción turística con el pasar del tiempo, que se irá propagando a otras
zonas del país, donde estas pruebas complejas de pasar por un páramo o de empinarse
en una “trocha”, sean las formas populares para llegar hasta el destino unas
doce horas después.
Pero lo
importante en sí es la celebración de una comunidad que va implantando cada vez
más acciones, tan complejas por su forma de establecer las pautas. Es muy
importante tomar en cuenta que es un esfuerzo mancomunado, no sólo de quienes
se atreven a caminar (que precisamente no son atletas), sino de quienes le acompañan
con la logística y de las autoridades de los municipios por los cuales
atraviesa la ruta, además de encontrar variaciones del terreno que sorprenden a
más de un incauto.
Esto viene
acompañado de una gran algarabía de personas que desenfundan sus bebidas
espirituosas y la hidratación constante de quienes tienen que cumplir su promesa,
lo que nos deja el sabor de una feria con todas sus formas performáticas, rematando
con un esfuerzo físico que será multiplicado en una llegada vertiginosa y casi
inhumana a las puertas del templo del Cristo de la Grita, para cerrar con una
oración de nuevo, o con las ofrendas correspondientes, o para algunos no fue
suficiente la caminata por más de un día entero y entran de rodillas desde la
puerta del templo, hasta la imagen del Cristo.
Por supuesto
luego de los rituales religiosos correspondientes, viene el desenlace en una
gran fiesta bacanal, con mucho “miche paramero” que tienen como plan ultimo un posible
descanso para el cuerpo agobiado, pero aun debe aguantar unas seis horas o más de
bailes y de todo lo que se refiere a una feria multitudinaria.
Las
performances culturales simplemente nacen de esta manera, van tomando su
espacio en un colectivo y se convierten en parte de lo que su imaginario necesita
y propaga con la agilidad de entrelazar signos y símbolos que puedan marcar
un complejo de identidades y de memoria
cultural.
Es por esta
razón que las performances son cada vez más comunes en nuestra región, se
tratan de renovar, de buscar nuevos horizontes y de seguro ésta no es la
excepción.
Esperemos
que pase de una performance local y sea una performance turística, y que haya proliferación
de rituales que alimenten estos juegos culturales. Es fundamental mantener las
performances del pasado, pero de la misma manera es indispensable darle espacio
a las emergentes. Y por cierto en menos de una semana aparece en el estado una
segunda performance que es la caminata de la Catedral a la Basílica de Táriba
el quince de agosto… de seguro tendremos algo mas para hablar.
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