miércoles, 19 de diciembre de 2012

Santana partió en búsqueda de su muñeca sueca.


El pasado domingo 21 de octubre el teatro venezolano recibió una noticia lamentable, había sucumbido ante una enfermedad el extraordinario dramaturgo Rodolfo Santana. Una de las figuras más representativas del teatro y se proyecta en el tiempo con una prolífica obra que sobrepasa las doscientas y que lo convierten en un punto de referencia para la historiografía teatral.

Rodolfo Santana es el autor más influyente en la escena de los directores de los últimos cuarenta años, sus piezas han sido representadas en todo el territorio nacional por una inimaginable cantidad de grupos que se plegan a sus relatos, por la estructura en la que están construidos, debido a que nos conecta con nuestro imaginario “venezolano” de situaciones y personajes.

Rodolfo Santana es un ejemplo de la fuerza en la palabra, con situaciones del absurdo que van desencadenando la risa, son obviar el contenido en la disparidad del relato, siempre apuntando a una denuncia social, lo que nos deja frente a un creador polifacético. Su trabajo se va desarrollando a medida que avanza el tiempo y se viene renovando considerablemente desde las inmediaciones de un teatro social de las décadas de los sesenta hasta los ochenta, y en los años posteriores se re-escribe y se deja llevar por temáticas de lo absurdo, sin desligarse del contexto venezolano en el que se erige.

Es por ello que Rodolfo Santana se convierte, en mas que una figura del teatro, en un hito que puede describir una etapa completa y compleja de hacedores, y logra mover las fibras de una identidad venezolana en una estética que propone un objetivo claro y conciso. La posibilidad de explorar en las inmediaciones de una psicología del personaje que va mas allá de un simple trazo, de figuras que se pueden desarrollar como parte de esta poética de la disparidad, y que no es más que la intriga ante un salto al vacío, que acosa al espectador en cada una de las paginas a las que nos enfrentamos.

Podemos hablar de un autor que deja un legado, no sólo para Venezuela, sino que se proyecta en otros países de Latinoamérica, procurándonos una adaptación de sus temáticas a un contexto más amplio, sin descartar que es uno de nuestros escritores más traducidos y con mayor cantidad reconocimientos en el mundo.

Cuando vemos que tenemos un fenómeno de las letras y del arte en general, que dedicó su vida al desarrollo de una disciplina que lo absorbió por completo, y lo llevó a extenderse a otras áreas como el cine, que formó a cientos de creadores (autores, actores, directores, guionistas) que propagan su obra y se adhieren a sus corrientes poéticas, podemos decir que ha generado todo un movimiento multicolor de métodos de trabajo, de construcción escenas y de situaciones complejas.

Sus piezas arrancan parte de eso que tenemos en Venezuela, una identidad que nos persigue, de la cual no podemos escapar, con personajes que rayan en lo grotesco y que nunca abandona el ritmo arrollador en la cual se perfila la reflexión sobre el momento histórico en el que fueron desarrollados.

La muerte de Alfredo Gris, Los Ancianos, el Animador, Los ojos de Iris, Ese modelo es mío, Rock para una abuela Virgen, Mirando al tendido, Santa Estrella del Porno, Nuestro Padre Drácula, Baño de Caballeros o Nunca entregues tu corazón a una muñeca sueca, son una simple representación de las piezas que quedarán como su extraordinario legado.

La risa constante, la desesperación ante la soledad, la denuncia de lo cotidiano, el sarcasmo ante la autoridad, lo absurdo que desemboca en lo grotesco, es este universo que se forjó y que lo convierte una de las figuras más importantes del teatro venezolano.

Esperemos que su viaje de regreso sea agradable y sólo nos queda darle las gracias a este hombre del teatro por su gran legado,  y artistas como él nos obligan decir: EL TEATRO ES UN PELIGRO PARA LA IGNORANCIA.

1 comentario:

Oval dijo...

Es importante subrayar los hitos de nuestra historia, al final es la historia del teatro venezolano y del teatro mundial. Reconocer y estudiar la trayectoria y el aporte de dramaturgos como Santana es tarea de las nuevas generaciones, incineradores como este son parte de ese reconocimiento.