En
los últimos meses el país ha estado atravesando una ansiedad generalizada, -o
eso nos hacen pensar en los medios de comunicación y las diferentes páginas de
internet que fungen de redes sociales electrónicas-, y es que nos venden una
expectativa por los cambios repentinos en la cotización del dólar, que por cierto,
no estoy seguro de cuántos tipos de cambios existen, porque son tantos los
anuncios realizados por el ejecutivo que a fin de cuentas uno se pierde en
medio del caos en el que estamos atrapados.
Es
probable que todo responda a una campaña inducida de algunas de las partes en
conflicto para generar el nerviosismo en las compras de los consumidores, que
hoy se ven en cada uno de los establecimientos que poseen productos de la cesta
básica. Y es que eso aunado al bachaqueo y el cambio ilícito de dólares oficiales,
han dejado una economía frágil y de manipulación vulnerable.
Me
preocupa sobremanera la manera cómo se enfrenta al problema desde los diferentes
medios oficiales, y esta permisividad complaciente para quienes tienen los
sobreprecios, las estafas y el accionar contra los consumidores. No existe un órgano
que regule el costo de los productos y los servicios, los distribuidores
realmente están colocando los precios que consideran oportunos para arrancarle el
dinero al consumidor, ante esta mirada inerme de los controles del estado. La
especulación se adueñó de las tiendas, del transporte y de las comerciales, ya
resulta casi imposible adquirir los productos por los medios regulares y todos
culpan al dólar… pero, ¿cuál dólar?
¿Qué
es lo que ocurre ante esta situación? ¿Es acaso que la población sigue
esperando las regalías mísera de un estado que no es capaz de modificar sus
políticas? ¿O es que hay un temor generalizado y nuestro colectivo se ha
transformado en la mirada paciente de seres que se limitan a sobrevivir? Es
posible que sean las situaciones por las que atravesamos, es posible que tanto
consumidores como distribuidores sean complacientes y se estén acostumbrando al
juego de la oferta y la demanda, en un ambiente donde estamos dejando que los límites
se borren, y que los bordes se diluyan para dejarnos en una situación sin
precedente, donde la hiperinflación está haciendo su juego, pero que nosotros
la soportamos sin mayor respuesta oportuna.
Y
mientras, los líderes de ambos bandos se enfrentan en una batalla campal de
verborrea mezquina, sucia y agresiva para distraer la atención y las masas se
sumergen en la desidia de titulares vacíos, de anuncios políticos frágiles que
no tienen la menor esperanza y que no dan luces a ciencia cierta sobre lo que
estamos presenciando, fortalecemos el país de los mentirosos que crecen en
medio de trifulcas, de chismes, de presos que no están presos, de líderes que
no sirven más que para hablar de sus experiencias del pasado sin medida, y de
una administración que le importa muy poco lo que le ocurre a la población, porque
es claro que no han dado respuesta en ninguna región donde los eligieron.
Entonces ¿en qué quedamos? ¿recogemos los pedazos desvencijados de un país que
no se merece esta gente que no sabe que es parte de todo? ¿Dejamos todo en
manos de unos personajes oscuros que tratan de tapar el hueco de lo que son incapaces
de hacer? es una verdad que esta oposición no da respuestas y que está colmada
de incompetentes, pero también es cierto que nuestras políticas oficiales están
quedado rezagadas ante los embates de una guerra económica que no ha sabido
atender a tiempo.
Es
un país de palabras sin sentido, donde se habla del dólar a la ligera para refugiarse en la culpabilidad de los demás, de
un dólar paralelo que se inventan para justificar y para alimentar más la
histeria que nos consume. Hoy me duele ver este panorama y me molesta la mirada
inerte de todos quienes acá estamos.
Por
eso una vez más reitero: ¡POBRE PUEBLO MÍO, pobre su existencia, pierde la conciencia y vota siempre por los
mismos!!!
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