miércoles, 24 de junio de 2015

Un dólar...

En los últimos meses el país ha estado atravesando una ansiedad generalizada, -o eso nos hacen pensar en los medios de comunicación y las diferentes páginas de internet que fungen de redes sociales electrónicas-, y es que nos venden una expectativa por los cambios repentinos en la cotización del dólar, que por cierto, no estoy seguro de cuántos tipos de cambios existen, porque son tantos los anuncios realizados por el ejecutivo que a fin de cuentas uno se pierde en medio del caos en el que estamos atrapados.

Es probable que todo responda a una campaña inducida de algunas de las partes en conflicto para generar el nerviosismo en las compras de los consumidores, que hoy se ven en cada uno de los establecimientos que poseen productos de la cesta básica. Y es que eso aunado al bachaqueo y el cambio ilícito de dólares oficiales, han dejado una economía frágil y de manipulación vulnerable.

Me preocupa sobremanera la manera cómo se enfrenta al problema desde los diferentes medios oficiales, y esta permisividad complaciente para quienes tienen los sobreprecios, las estafas y el accionar contra los consumidores. No existe un órgano que regule el costo de los productos y los servicios, los distribuidores realmente están colocando los precios que consideran oportunos para arrancarle el dinero al consumidor, ante esta mirada inerme de los controles del estado. La especulación se adueñó de las tiendas, del transporte y de las comerciales, ya resulta casi imposible adquirir los productos por los medios regulares y todos culpan al dólar… pero, ¿cuál dólar?

¿Qué es lo que ocurre ante esta situación? ¿Es acaso que la población sigue esperando las regalías mísera de un estado que no es capaz de modificar sus políticas? ¿O es que hay un temor generalizado y nuestro colectivo se ha transformado en la mirada paciente de seres que se limitan a sobrevivir? Es posible que sean las situaciones por las que atravesamos, es posible que tanto consumidores como distribuidores sean complacientes y se estén acostumbrando al juego de la oferta y la demanda, en un ambiente donde estamos dejando que los límites se borren, y que los bordes se diluyan para dejarnos en una situación sin precedente, donde la hiperinflación está haciendo su juego, pero que nosotros la soportamos sin mayor respuesta oportuna.

Y mientras, los líderes de ambos bandos se enfrentan en una batalla campal de verborrea mezquina, sucia y agresiva para distraer la atención y las masas se sumergen en la desidia de titulares vacíos, de anuncios políticos frágiles que no tienen la menor esperanza y que no dan luces a ciencia cierta sobre lo que estamos presenciando, fortalecemos el país de los mentirosos que crecen en medio de trifulcas, de chismes, de presos que no están presos, de líderes que no sirven más que para hablar de sus experiencias del pasado sin medida, y de una administración que le importa muy poco lo que le ocurre a la población, porque es claro que no han dado respuesta en ninguna región donde los eligieron. Entonces ¿en qué quedamos? ¿recogemos los pedazos desvencijados de un país que no se merece esta gente que no sabe que es parte de todo? ¿Dejamos todo en manos de unos personajes oscuros que tratan de tapar el hueco de lo que son incapaces de hacer? es una verdad que esta oposición no da respuestas y que está colmada de incompetentes, pero también es cierto que nuestras políticas oficiales están quedado rezagadas ante los embates de una guerra económica que no ha sabido atender a tiempo.

Es un país de palabras sin sentido, donde se habla del dólar a la ligera para  refugiarse en la culpabilidad de los demás, de un dólar paralelo que se inventan para justificar y para alimentar más la histeria que nos consume. Hoy me duele ver este panorama y me molesta la mirada inerte de todos quienes acá estamos.


Por eso una vez más reitero: ¡POBRE PUEBLO MÍO, pobre su existencia, pierde la conciencia y vota siempre por los mismos!!! 

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