Desde hace
un tiempo vengo reflexionando sobre el hecho teatral en nuestro entorno y me
preocupan a sobremanera algunos tópicos que son la base de un movimiento
completo de hacedores de teatro.
Como un
grupo de personas que tratamos de reivindicar el teatro, siempre estamos a la
expectativa de fechas y sitios importantes de la historia reciente, para inventarnos
“celebraciones”, que sólo quedan allí, en la inmensa oscuridad de una noche de
júbilo, pero luego retornamos a la inopia de la formación de los que estamos
involucrados. ¿A que me refiero con esto? Que siempre estamos detrás de
ocasiones como el Día Mundial o el Día Nacional
del Teatro para encontrarnos y reflexionar sobre lo que estamos haciendo.
Me parece
fabulosa la idea de la Fiesta del Teatro
Ciro Villamizar que organiza el CEDIMET
en San Cristóbal, que ya alcanza su segunda edición, porque es un espacio diseñado
para este fin, pero seguimos con la discriminación voluntaria de parte de
algunas agrupaciones, o personas que no están conectadas con el proceso de
formación y capacitación de los actores, directores y técnicos. Es decir, por
mezquindades, algunos no quieren participar y otros simplemente denigran de
hechos como este.
Las celebraciones
del Teatro, más que fechas impuestas por medidas eurocentristas, deberían
convertirse en medios para mostrar e inundar los espacios físicos de las
ciudades, y en especial la nuestra, pues tenemos una comunidad ávida de
representaciones, lo que nos deja un aliento de desesperanza, al ver que van
disminuyendo en número considerablemente.
Trataré de
elucubrar la razón de esta caída vertiginosa que vemos desde hace unos días: me
parece que la mayoría están ansiosos por un “subsidio” de carácter gubernamental
o estadal, que pocas veces llega a tiempo y recae sobre el ánimo de los
teatristas. Lo que nos permite visualizar que estamos frente asalariados improvisados,
que sólo saben hacer teatro y que sin dinero no se pueden movilizar, esta
situación es tan contradictoria como tratar de sobrevivir con algunas dadivas
que te están aportando. Es por ello que los grupos se mantienen al margen y las
inversiones de parte de quienes les compete la Cultura son cada vez más paupérrimas
y menos estimulantes.
Antes de “celebraciones”
debemos reclamar un presupuesto justo que nos permita mantener un movimiento
vivo que reclama su autonomía. Pero parece que esto es imposible en un país
donde las prioridades son la politiquería barata y vacía de dos bandos tan
ignorantes como quienes están al frente de ellos, dejando a los teatristas y
demás cultores en la inopia de simples testigos de un desmoronamiento
vertiginoso de todo cuanto nos rodea.
Es
fatalista la visión de la Cultura en nuestro país, y especialmente en nuestro
estado, donde la imposibilidad de ser atendido o escuchado está a la luz del
día, y es el menú cotidiano en las oficinas burocráticas. Considero necesario
que los encargados de las direcciones de cultura del ministerio y de la gobernación
sean consientes y permitan abrir un presupuesto digno para quienes allí estamos
aportando nuestro trabajo, y no sólo colocar en las cuentas de los grupos
pequeñas contribuciones que simplemente desmotivan, sino que se reclama la realización
de proyectos de gran envergadura que es lo que realmente necesitamos y de
manera urgente.
NO sólo de pequeñas muestra de teatro estamos ansiosos, sino de la
incentivación de proyectos en la que nos veamos todos involucrados, que se
incentive la posibilidad de festivales, encuentros o circuitos, y que
urgentemente busquemos la promoción y
acondicionamiento de salas, la profesionalización de los teatristas, la
inclusión de la seguridad social para quienes allí estamos laborando día a día
y la difusión de nuestros trabajos en todos los niveles.
¡El TEATRO necesita que sea auxiliado! No necesitamos aplausos, sino
políticas que nos lleven de la mano al desarrollo de estéticas y condiciones de
vida óptimas para su realización.
Sólo le
digo a quienes administran la CULTURA:
EL TEATRO ES UN PELIGRO PARA LA
IGNORANCIA!!!
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